lunes, 9 de julio de 2007

La Fe y las casas

El otro día hablaba con mi buen amigo Carlos respecto a la fe que tienen las personas y a la Iglesia... mi iglesia, la de todos.
Hablamos respecto a los errores, (cosa que no se hace muy seguido), le hice ver que uno de los errores más grandes del católico es no mostrarle su fe a otros y de esta forma enganchar al resto. Que linda es esa fe que nos muestran grandes ejemplos de vida como fueron el Padre Pío o el Padre Hurtado, donde su fe lograba crear fe a otras personas.
Le explique que la fe es como las casas... un poco extraño no?... Bueno, le explique que muy rara vez nos damos cuenta que la fe es algo que puedes compartir con otros, que no tienen y que de esta forma uno compra el terreno o los materiales para construir la fe.
Cuando me refiero a la fe y que esta es similar a las casas me refiero a que si vemos que alguien nos invita a su casa lo primero que vemos de esta es el exterior, su fachada, esa que nos explica como será quizá la casa por dentro. Si la fachada de la casa es linda; un ante-jardín con flores y arboles frutales, nos causa la curiosidad si la casa que se ve por fuera tan linda y bien arreglada será así de bonita por dentro. Acá es donde entra mi reflexión; ¿Conocemos personas con experiencia de fe similar a la de una hermosa casa? Me refiero a que si alguna vez nos fijamos en que las personas están constantemente entregándonos su visión de las cosas, de como ven a Cristo y de lo que él en su divinidad les entregó, esas experiencias que rara vez escuchamos, ese testimonio que nos invita a entrar a esa casa de fe... la casa de fe personal.
Pero ¿Que pasa cuando la casa que dejamos ver al resto es algo fea y dañada?
Cuando nos encontramos con un testimonio que nos habla de una despreocupación por esa casa que en un tiempo quizá pudo haber sido algo hermoso lleno de flores y por dentro lleno de amor, estamos hablando de esa fe que dejamos a un lado por las turbulencias de este mundo actual, muchas personas somos así, tenemos casas derruidas por nuestros propios errores, por la falta de entrega a decir; "Yo amo a Dios". Tenemos tanto por decir pero no lo hacemos porque ya nos sentimos derrotados y sin un espacio y a cambio de todo esto queremos nuevo subsidio!!.
Bueno lo similar pasa cuando una casa por fuera es algo totalmente descuidado y por dentro resulta ser un palacio. Ya, ese tipo de casas es de las que más hay aquí, es de la gente que cree y siente confianza en ello, pero les da lo mismo compartirlo, quizá por egoísmo o por simple dureza del corazón.
Pienso que muchas veces nos equivocamos y perdemos la oportunidad de expresarlo que de verdad sentimos ante, "el Jefe" (como me gusta llamarlo). Siento y confío de que el amor de Dios es algo pastosito que no se nos quita de la garganta, como la miel.

Les invito a construir su fe, como una casa hermosa, una fe hecha para que todos la disfruten y que esto pueda ser experiencia le les sirva a los demás.

Hay que dejarse llevar por el amor pastosito de Dios.

1 comentario:

Cristian dijo...

Paulina:
Buen descubrimiento tu blog, me alegra encontrar a una conconina con su blog, y además tan bueno. Me gustó tu reflexión - conversación con tu amigo Carlos. Espero que sigamos leyéndonos... te haré un link en los blogs católicos... ¿te parece? Así te sirve de publicidad también... ahh!! si querías pedir algo en mi blog, hazlo, el sentido de mi último posteo no es quejarme de que siempre me pidan cosas y utilicen, sinó más bien hacernos reflexionar sobre los intereses que hay detrás de nuestra vida. Xau. Bendiciones.